Las dimensiones de la alimentación hacen referencia a los distintos roles que desempeña la comida en la vida de las personas.
Desde hace mucho se ha aceptado que, para el ser humano, el alimento representa algo más que los nutrientes que contiene. La alimentación no es, ni va a ser nunca, un acto puramente fisiológico. Podríamos hablar de 5 dimensiones de la alimentación:
DIMENSIÓN FISIOLÓGICA/NUTRITIVA.
Se refiere al hecho de cubrir las necesidades nutritivas y energéticas de nuestro organismo. En este sentido, el alimento, además de saciar nuestra sensación de hambre y nutrirnos, puede prevenir o curar enfermedades, aportándonos salud y calidad de vida.
DIMENSIÓN SOCIAL
Hace unos 200.000 años «la cocina» (que inicialmente consistía en «tostar» alimentos al fuego) «perfeccionó el magnetismo social que ya ejercía el fuego (…). Socializó el acto de comer, convirtiéndolo en una actividad que practicaba, en un lugar fijo y a una hora fija, una comunidad de comensales (…) Cuando se combinaron fuego y comida, se creó un foco casi irresistible para la vida comunitaria”. Este párrafo sacado del libro Historia de la comida (pag.32y 33) de Felipe Fernández-Armesto y Premio nacional de la Academia Española de Gastronomía en 2004, muy recomendable por cierto, nos confirma el carácter social que va implícito en la alimentación. «Anteriormente(…) había pocos incentivos para comer en comunidad. Los alimentos recolectados podían consumirse en su lugar de recolección u ocultarse para comerlos después a voluntad. Aunque podemos imaginar a homínidos reuniéndose alrededor del curepo crudo de un animal para celebrar un festín comunitario,(…) los trozos de bestias cazadas o halladas ya muertas podían desmembrarse y distribuirse para comerlos a solas».
En la actualidad, las “modas” en alimentación (dietas, productos alimenticios, restaurantes…) reflejan el simbolismo de la alimentación a nivel social.
A través de la alimentación, además, hablamos de nosotros mismos (por ejemplo, con nuestro estilo de alimentación mostramos si nos preocupa más o menos nuestra salud) , nos comunicamos con los demás (por ejemplo, cuando preparamos una comida especial para alguien especial) e incluso nos posicionamos en aspectos éticos (alimentación ecológica, alimentación vegetariana o vegana, etc.)
La alimentación también puede ser un signo de estatus o aspiracional (reflejo del lugar que queremos ocupar en el mundo): si compramos primeras marcas en vez de marcas del distribuidor, si comemos en un restaurante en vez de comprar comida para llevar o comer de tupper, y en relación a nuestra forma de comer, si respetamos los «protocolos de buenas maneras» en la mesa, etc.
DIMENSIÓN FAMILIAR
Desde que nacemos, a través de la lactancia materna se crean los primeros vínculos, y muy fuertes, con nuestra madre. Además, gracias a la leche materna, el bebé experimenta el primer contacto con los alimentos que consume su mamá, a través de su sabor.
Cuando se inicia la alimentación complementaria, a partir de los 6 meses, el bebé comienza a interactuar con los alimentos, especialmente si se aplica la técnica BLW (Baby Lled-Weaning o Alimentación dirigida por el bebé) y se familiariza con aquellos que se consumen en casa.
Con todo esto, nuestras preferencias alimentarias acaban siendo muy similares a las de nuestros padres. La comida de casa nos gusta especialmente, pues es a la que estamos acostumbrados, especialmente si ha estado acompañada de buenas experiencias.
Por otro lado, nuestra familia nos cuida también a través de la alimentación, tanto en el plano nutricional (alimentos de calidad y saludables), como en el afectivo (con cariño, teniendo en cuenta nuestros gustos, cuidando la presentación…). De hecho, los lazos familiares se refuerzan con las comidas en familia, a través de los comentarios, agradecimientos y halagos. Y es más, determinados alimentos se convirtieron en ritos o costumbres en la familia (la pizza de los viernes por la noche, la paella de los domingos…) y algunos hasta nos conectan con vivencias familiares especiales (el caldito que nos servía nuestra mamá/papá cuando estábamos malitos, o el chocolatito que nos preparaba nuestra abuelita siempre que íbamos a visitarla).
DIMENSIÓN CULTURAL
Indudablemente la alimentación tiene un importante carácter cultural: la gastronomía propia de cada región, los alimentos propios de determinadas fechas (roscón de Reyes, mona de pascua…), los ayunos religiosos, etc.
Muchos productos alimenticios nos hablan, nos cuentan leyendas o pasajes de nuestra Historia cuando nos interesamos por su origen, ingredientes, elaboración, etc. Lo encontramos, sin duda, en los dulces de navidad (turrones, mazapanes, mantecados…).
Nos sentimos parte de nuestra cultura y disfrutamos sumergiéndonos en otras distintas. Compartir los alimentos que son tradición en un momento o lugar determinado nos aproxima a ellas.
DIMENSIÓN PSICOLÓGICA
Nuestras emociones influyen en nuestra decisión de comer: cuándo, cuánto y qué* . Algunas emociones nos quitan el apetito, y otras nos pueden llevar a comer cosas concretas, e incluso en cantidad.
A su vez, comer nos genera emociones. Nuestra percepción del alimento nos influye en nuestra experiencia de comer y cómo nos sentimos. P.e. comer algo que no sabemos lo que es, que consideramos «malo» o que no nos gusta su aspecto, nos genera inseguridad, rechazo… nos puede sentar hasta mal. Sin embargo comer algo que pensamos que es bueno, nos hará sentir bien, y seguramente nos sentará bien. La comida que disfrutamos nos reconforta, nos genera placer, buen humor…).
El autocuidado a través de una alimentación saludable nos aporta sensación de salud y bienestar.
*Con respecto a las emociones es importante que puntualicemos. Cuando la principal forma de gestionar nuestras emociones es través de la alimentación… ahí hay un problema, que podría llegar a convertirse o tratarse de un trastorno alimentario.
Como veis, La alimentación no es sólo comida, es también reunión, conexión, tradición y emoción.
CRISTINA GARCÍA TÉBAR. Dietista de Nutriemoción