Bacterias, hongos, levaduras, arqueas, virus… Todos estos son los microorganismos que conforman la microbiota que convive con nosotros, ese universo de “bichitos” que habitan en nuestro cuerpo. Y no solo están en nuestro tracto digestivo (microbiota intestinal), también están en la piel, en las mucosas genitourinarias y hasta en los ojos.

UNA RELACIÓN DE CONVENIENCIA.

Estos seres microscópicos viven en simbiosis con nosotros, es decir, gracias a esta convivencia, ambos salimos beneficiados⁣:

  • Nosotros les damos cobijo y les proporcionamos alimento para que puedan sobrevivir
  • A cambio, ellos nos aportan múltiples beneficios para nuestra salud. 

Sí, efectivamente estos organismos no siempre son motivo de enfermedad, en absoluto. 

Existen especies que son muy beneficiosas, o al menos, si están presentes en un número determinado, ni en exceso ni en defecto.

Centrándonos en la microbiota intestinal, los beneficios que nos aportan serían, entre otros, los siguientes:

  • Nos ayudan a digerir los alimentos
  • Producen algunas vitaminas (por ejemplo la vitamina K, y una pequeña proporción de vitamina B12, entre otras)
  • Algunas (las bacterias) generan “ácidos grasos de cadena corta” (AGcc). Un ejemplo es el  Butirato. Este ácido graso es el principal sustrato energético de nuestras células intestinales (enterocitos), es decir, las nutre. Además, tiene propiedades antiinflamatorias por lo que es importante para el mantenimiento de nuestro intestino así como para el restablecimiento de su integridad en caso de que se produjera una permeabilidad intestinal.
  • Juegan un papel importante en la prevención de ciertas enfermedades como el asma, las alergias, y también en la prevención de la obesidad
  • Nos protegen de la colonización de otros microorganismos que pueden ser patógenos.

Pero la microbiota no es la misma en todas las personas ni en cualquier momento de la vida, ésta se va modificando y adaptando.

¿CÓMO ADQUIRIMOS NUESTRA PROPIA MICROBIOTA?

Hay 3 momentos de la vida de la persona que contribuyen en la generación de su microbiota.

  • El parto: 

Éste es el principal acontecimiento que nos dota de una microbiota propia.

El feto se encuentra en un ambiente prácticamente esteril (libre de bacterias) mientras permanece en el seno materno. En el tercer trimestre de la gestación, a las embarazadas se les toma una muestra vaginal y otra rectal para comprobar que todos los microorganismos de la mamá son sanos para el bebé. Si esta prueba determinara que no fuera así, se administraría un tratamiento antibiótico durante el mismo parto pero previamente al nacimiento del bebé. Así, podríamos estar seguros de que el bebé se impregnará en su salida de una población de bacterias que va a convivir saludablemente con él a partir de entonces.

El parto vaginal es la mejor manera de asegurar que el niño adquiera una microbiota sana. Pero esto no siempre es posible y hay que recurrir a las cesáreas. Para estos casos ya se está investigando en formas de restituir la exposición natural a los microorganismos vaginales maternos en los bebés nacidos por cesárea.

  • La lactancia materna. Hace años se pensaba que la leche materna era un fluido estéril. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha descubierto que esto no es así. Aparte de múltiples factores beneficiosos (nutricionales y emocionales) para la mamá y el bebé, contiene microorganismos vivos que van a poblar el intestino de lactante. Además, la leche materna también contiene prebióticos, que son sustancias no digeribles que favorecen el crecimiento de las bacterias que están colonizando el intestino del bebé.
  • El contacto con el medio (naturaleza, animales, contacto con otros niños y adultos… ). De esta forma también se va conformando la microbiota durante los primeros años de vida

A partir de entonces, todo irá bien siempre y cuando nuestra microbiota esté en equilibrio. ⁣Es decir:

  •  en el sitio adecuado (la mayoría de bacterias se encuentran en el colon).
  •  en cantidades adecuadas cada población

¿CÓMO NOS HARÍA SABER NUESTRO ORGANISMO QUE ALGO NO VA BIEN EN NUESTROS INTESTINOS? 

Nos avisaría mediante una serie de síntomas muy inespecíficos (podrían deberse a otras causas), pero que en su conjunto tendrían que hacernos sospechar. No debemos normalizar los gases, la hinchazón, las digestiones pesadas… Cuando son de continuo, nos están hablando de algo.

Una alteración en el equilibrio (disbiosis) puede generar molesta sintomatología intestinal (gases, hinchazón, acidez, dolor, diarrea o estreñimiento). Pero no solo eso, es frecuente que estos síntomas vayan asociados a afecciones extradigestivas (alteraciones menstruales, tiroideas, cutáneas, migrañas,⁣ dolor articular, etc)

¿QUÉ PODRÍA ALTERAR A NUESTRA MICROBIOTA INTESTINAL?

Existen muchos factores que nos exponen al riesgo de que nuestra microbiota se vea afectada, y por lo tanto, nuestra salud:

  • una alimentación insuficiente, malsana o excesiva,
  • el estrés/estado emocional; como sabemos, un estado de ansiedad a menudo genera episodios de diarrea,
  • la falta de descanso/ mala calidad del sueño/ritmos circadianos alterados. Por cierto, éstos no solo alteran la microbiota. La digestión, la renovación de las células de nuestro tubo digestivo, la función inmunitaria, la peristalsis, están también alineadas con nuestro reloj biológico. ⁣
  • el sedentarismo,
  • el consumo de tóxicos (alcohol, tabaco, drogas),
  • la contaminación ambiental,
  • la contaminación por microorganismos patógenos,
  • la toma de medicamentos, especialmente antibióticos, corticoides y antiinflamatorios,
  • el estado de nuestro tubo digestivo: alteraciones en el grado de acidez de nuestro estómago, en la secreción de enzimas digestivas, en el peristaltismo…

Como vemos, mimar nuestra microbiota mediante un estilo de vida sano va a repercutir en nuestra propia salud.

La edad, nuestra genética e incluso el clima en el que vivimos va a determinar también el tipo de microbiota que nos habita en un momento dado.

CRISTINA GARCÍA TÉBAR. Dietista de Nutriemoción.

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