Hace unos meses, dedicábamos este artículo en nuestro blog al trastorno de evitación o restricción de alimentos. En él os contábamos en qué consiste, a quién suele afectar y cómo suele manifestarse.
En esta ocasión hablaremos de otros aspectos para completar dicha información: desarrollo, tratamiento y por supuesto prevención.
Recordemos que en el trastorno por evitación o restricción de alimentos (TERIA) la persona limita de manera preocupante la variedad y/o la cantidad de alimentos. El resultado de esto es que se desencadenan una serie de alteraciones a nivel físico, psicológico y social/familiar.
- ¿CÓMO SE DESARROLLA EL PROBLEMA ?
En el caso de que este trastorno se originase en la primera infancia, el curso podría darse de la siguiente manera.
Los lactantes o niños muy pequeños, al no poder o saber expresarse con palabras, utilizan otras formas de comunicación para manifestar su rechazo a determinados alimentos cuando se les insiste o se les obliga, por ejemplo llorar, gritar o escupir la comida.
Los niños no tan pequeños podrían expresar claramente su rechazo hacia el/los alimento/s, o podrían manifestar apatía o desinterés total por la comida, independientemente de la causa que haya originado el rechazo . En estos casos, suele pasar que, llegado el momento de comer, priorizan cualquier otra actividad antes que sentarse a la mesa. Si finalmente se ponen frente al plato, surgirían los gestos de desaprobación unidos a los “no quiero” , “me duele la tripa”, “qué asco”, “no tengo hambre”, etc.
Estas conductas, que no serían puntuales sino muy reiterativas, suelen generar mucho estrés en la familia a la hora de comer, lo cual afecta enormemente tanto a padres como a hijos, y a la relación entre ellos. En muchos casos, frente a la desesperación y frustración de no saber cómo manejar estas situaciones, los padres o cuidadores acaban presentando la comida que el niño acepta, o en el formato que lo admite, haciendo que se refuerce el rechazo.
La desnutrición que puede haber ido desarrollándose a base de limitar tanto la ingesta hace que los pequeños estén cada vez más y más irritables, la relación familiar más deteriorada y por consiguiente, que se agrave el problema.
Con el paso del tiempo, al comer siempre lo mismo y ser los menús tan repetitivos, los sabores nuevos se perciben más intensos, y esto hace que el niño se limite todavía más.
La falta de supervisión o la desatención también puede facilitar tanto la aparición como el desarrollo del trastorno.
Así, una vez llegada la adolescencia, momento en que se hacen más independientes, los problemas de su comer restrictivo y selectivo no suelen solucionarse, sino que por el contrario, se acentúan. En muchos casos es en este momento cuando se comienza a sospechar que puede haber un trastorno alimentario y se acude a consultar con profesionales
- ¿EN QUÉ CONSISTIRÍA EL TRATAMIENTO?
El tratamiento consiste en la exposición gradual del paciente al alimento rechazado. Los resultados no se obtienen, obviamente, ni tras la primera ni tras la segunda exposición. Se requiere un periodo en el que se trabajen sucesivas aproximaciones al alimento, por supuesto, sin forzar a la persona a hacerlo. Es recomendable la intervención tanto de un psicólogo como de un dietista o nutricionista. Las exposiciones podrán hacerse en la consulta o en casa, según se valore. En cualquiera de los casos es importantísimo proporcionar un ambiente relajado y ameno para dichas exposiciones.
Especialmente cuando se trata de alimentos que proporcionan “asco” al paciente, se haría un acercamiento a nivel sensorial: primero mirarlo, después tocarlo, olerlo, y por último morderlo. El alimento ha de ser previamente acordado con el terapeuta. En las primeras sesiones se realizaría un listado de comidas, desde las que más rechazo provocan a las que menos, y se empieza por el final. Se va llevando el registro de los avances y sensaciones, hasta que se logra incorporar con el tiempo dicho alimento, y se pasa al siguiente.
El paciente progresivamente va comprobando que esos miedos a atragantarse, a vomitar… si los había, no se dan y se va motivando a probar otras cosas.
Desgraciadamente, este trastorno en el momento del diagnóstico suele llevar largo tiempo de evolución por lo que suelen haberse instaurado ya problemas emocionales, sociales o familiares que por supuesto habría que reparar.
- ¿SE PUEDE HACER ALGO PARA PREVENIR ESTE PROBLEMA?
La prevención por supuesto comienza en edades tempranas.
- la lactancia materna, a través de la leche materna, aproxima al bebé a los sabores de los alimentos que consume la mamá, por lo que siempre que sea posible se ha de priorizar frente a la lactancia artificial.
- la alimentación complementaria a través del método Baby-Led Weaning (BLW) o alimentación complementaria dirigida por el bebé, ya sea en su forma completa o mixta (alternando con triturados), es una forma muy recomendable de aproximar al bebé a los alimentos y acostumbrarlo progresivamente a la variedad en cuando a sabores, texturas, olores, etc. Eso sí, es importante conocer bien el método antes de aplicarlo para hacerlo con seguridad y confianza.
- a los niños no debemos obligarles a comer algo que no quieran, pero sí presentarles todo tipo de los alimentos (distintas texturas, técnicas culinarias, sabores, olores…) para que los vean, los prueben repetidas veces, se familiaricen con ellos….
- también ayuda mucho que los hagamos partícipes de la compra y preparación de la comida, la manipulación de los mismo de acuerdo a la edad del niñ@.
- si los niños observan que nosotros somos muy selectivos con los alimentos, ellos también lo serán, y pueden adoptar aversiones y rechazos a alimentos que hayan visto en nosotros.
- es importante que el ambiente de las comidas sea siempre agradable y relajado.
- si sufren algún tipo de intervención o enfermedad a nivel digestivo, alergia o intolerancia alimentaria, influye mucho cómo lo vivimos nosotros. Debemos evitar trasmitirles el miedo. No es igual si nos ven calmados que si nos ven ansiosos o preocupados al respecto. Consultar con profesionales siempre que haya dudas.
- ¿EN QUÉ CASOS HABRÍA QUE HACER MÁS HINCAPIÉ EN LA PREVENCIÓN, POR EXISTIR MAYOR RIESGO DE DESARROLLAR ESTE TRASTORNO ALIMENTARIO?
Por un lado, si un adulto o niño ha sufrido determinadas afecciones médicas como algún tipo de enfermedad gastrointestinal, alergias o intolerancias alimentarias (especialmente las que cursan con vómito, reflujo gastroesofágico, náuseas, dolor abdominal, diarrea…) podría tener mayor riesgo de desarrollar un trastorno por evitación o restricción de alimentos. También si han tenido una experiencia traumática o adversa relacionada con el tubo digestivo.
Por otro lado, se ha visto que aparecen más casos de TERIA asociados jóvenes o adultos con los siguientes trastornos:
- Trastornos del neurodesarrollo, especialmente trastornos del espectro autista (TEA) y trastornos de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). En el TEA son frecuentes los comportamientos alimentarios rígidos y una elevada sensibilidad sensorial (pero por supuesto no necesariamente van a desarrollar un trastorno de evitación o restricción de alimentos)
- Trastornos obsesivo-compulsivos
- Trastornos de ansiedad. Pueden aumentar el riesgo de comportamientos de evitación o restricción de alimentos.
La anorexia nerviosa (AN) no se puede dar a la vez que el trastorno por evitación o restricción de alimentos, ya que en este último no aparece miedo a ganar de peso ni se dan las distorsiones en la imagen corporal propias de la anorexia.
El diagnóstico diferencial entre el TERIA y la AN puede ser difícil, especialmente en la infancia tardía y la adolescencia temprana, dado que pueden compartir muchos síntomas como la evitación de los alimentos, el bajo peso, etc. Es especialmente complicado en pacientes con anorexia que niegan tener miedo a engordar. El TERIA puede preceder el inicio de una AN.
Cuando algún familiar, especialmente la madre, presenta este u otro trastorno alimentario, el riesgo de que se desarrolle es más alto.
CRISTINA GARCÍA TÉBAR (Dietista de Nutriemoción)