Nunca las prisas fueron buenas para perder peso. Las consecuencias se pueden dar tanto a nivel físico como psicológico.

Entorno a un 55% de la población adulta española sufre sobrepeso u obesidad.

Estas  cifras son altísimas, y suponen que más de la mitad de los adultos ven o podrían ver mermada su salud y con ello su calidad de vida. No es simplemente una cuestión de imagen.

En nuestro post anterior contábamos que, sea de la forma que sea, la restricción calórica enfocada a una pérdida rápida de peso forzará una situación fisiológica de ahorro de energía que podría hasta condicionar el mantenimiento del peso con el que se inició la dieta restrictiva. Por ello, recomendábamos que las pérdidas fueran progresivas y no se restringieran los hidratos de carbono, como suele ser habitual.

Es fundamental que nuestra dieta esté bien planteada para evitar efectos rebote y otras consecuencias.

LAS DIETAS MUY RESTRICTIVAS TAMBIÉN CONLLEVAN DÉFICITS.

Limitar el aporte de energía en nuestra dieta implica limitar el aporte de una serie de  alimentos que no solo llevan nutrientes energéticos (hidratos de carbono, grasas y proteínas), sino que también pueden contener cantidades importantes de otros nutrientes (vitaminas, minerales, fibra, agua…).

Una alimentación hipocalórica estricta, por sus propias características, no cubre los requerimientos vitamínicos y minerales que nuestro organismo necesita para funcionar bien. Los síntomas que pueden dar los déficits de ciertas vitaminas y minerales son muy variables e inespecíficos. Entre otros, podríamos mencionar: cansancio físico y mental, fatiga, bajo estado de ánimo, calambres musculares, etc.

Además, parte del agua que requiere nuestro organismo procede de los propios alimentos que forman parte de nuestra dieta. En dietas muy restrictivas, el aporte de agua también estaría limitado debido a la ingesta baja de alimentos. Si éste no lo compensamos con la ingesta de agua mayor de la que estamos acostumbrados a hacer, provocaremos una deshidratación que se puede traducir en desmayo, fallecimiento, lipotimia, calambres musculares, cefalea, mareos, etc.

EXISTEN OTROS EFECTOS DE LAS PÉRDIDAS RÁPIDAS DE PESO:

  • Hipersensibilidad al frío

Cuando el aporte de energía de nuestra dieta está muy por debajo del que necesitamos, el organismo se esmera en atender la funciones principales (respiración, circulación de la sangre, excreción, funcionamiento del sistema nervioso…) pero desatiende otras que son “secundarias”, porque no llega a todo. Así, la termogénesis (capacidad que tiene el organismo para generar calor estable), se ve limitada y de ahí esa incómoda sensación de frío constante.

  • Infecciones frecuentes

Debido a la restricción calórica, como hemos comentado, pueden estar comprometidos los aportes de vitaminas y minerales. Además, si las dietas son bajas en hidratos de carbono, las proteínas han de destinarse a producción de energía por lo que están menos disponibles para los requerimientos del sistema inmune.

  • Alteraciones del sueño

Si nos vamos a la cama con sensación de hambre, tendremos dificultad para conciliar el sueño. Pero además, el sueño podrá verse alterado por otros motivos. Éstos estarían relacionados con un aumento en la producción nocturna de cortisol (conocida como la “hormona del estrés”) y la biodisponibilidad del triptófano. En ambos casos el consumo suficiente de alimentos que contienen hidratos de carbono juega un papel muy importante.

  • Alteraciones del ritmo cardíaco, síntomas digestivos, alteraciones menstruales, etc.

Todos los riesgos mencionados se aplican también a personas que, sin realizar dietas estrictas, tratan de perder peso partiendo de un peso saludable y especialmente de un bajo peso. 

“La INDUSTRIA DEL ADELGAZAMIENTO es el único negocio rentable del mundo con una tasa de fracaso del 98%” (The Eating Desorder Fundation).

Escalofriante.

La restricción calórica más allá de lo que es adecuado para perder la grasa que sobra, puede provocar el efecto contrario a largo plazo, y otras muchas consecuencias, como hemos visto. ¿Cuál sería nuestra recomendación? Cuanto menos agresiva sea la pérdida de peso, mejor. Y desde luego, cuanto más personalizados sean los cambios que llevemos a cabo en nuestra alimentación, también mejor, para evitar el abandono. 

¿Comes mal? No hagas dieta, empieza a reducir la comida malsana y basa tu alimentación en alimentos de origen vegetal. Guíate por el Healthy Plate (Plato Saludable).

¿Eres muy sedentari@? empieza a caminar mucho. Si te animas, combina ejercicio físico aeróbico y algo de fuerza. 

¿Ya lo has intentado en numerosas ocasiones por ti mismo y no ha salido bien? Pide ayuda a un profesional especializado, dietista o nutricionista.

¿Lo sabes hacer bien pero tiendes a comer impulsado por emociones (aburrimiento, ansiedad, estrés, preocupación…)? Pide también ayuda psicológica.

En nuestra próxima entrada hablaremos de cómo afectan las dietas  muy restrictivas o mal planteadas en los aspectos psicológicos y psicosociales de las personas que las siguen.

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