La genética, en la obesidad, es uno más de los factores predisponentes, es decir, aquellos que hacen susceptible a la persona y contribuyen a que se desarrolle el problema.

Se entiende por obesidad el exceso de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Es importante individualizar en el manejo de la misma y tener en cuenta sus factores predisponentes, entre los que se haya la genética de la persona.

Una enfermedad en auge

El sobrepeso y la obesidad han alcanzado valores epidémicos en Europa, más de la mitad de los adultos y un tercio de los niños en edad escolar presentan exceso de peso. La situación es cada vez más alarmante en población infantil con consecuencias tales como rechazo, fracaso escolar y exclusión.

La obesidad se asocia con multitud de comorbilidades (enfermedad cardiovascular, mental, musculoesquelética, diabetes o cáncer), es una causa importante de mortalidad y factor causante de discapacidad en la población. Se relaciona también con graves consecuencias a corto y largo plazo afectando a la calidad de vida del individuo. Los esfuerzos para prevenir su aparición deben considerar los factores que favorecen el desarrollo de la obesidad.

 Factores predisponentes

Existen multitud de factores que afectan al peso y pueden ocasionar sobrepeso u obesidad. Estos condicionantes pueden dificultar la pérdida de peso. Destacan:

  • Genética: La posibilidad de tener sobrepeso aumenta si uno o ambos padres tienen sobrepeso u obesidad. Además, los genes influyen en la parte del cuerpo donde se acumula la grasa y en la cantidad acumulada.
  • Origen étnico o raza: Algunos grupos son más propensos a tener obesidad (afroamericanos).
  • Edad y sexo: Con el envejecimiento muchas personas tienden a subir de peso; los niños con obesidad y malos hábitos son más propensos a tener obesidad en la etapa adulta. Por su parte, el sexo puede afectar en el lugar del cuerpo donde se acumula la grasa. Las mujeres tienden a acumularla en glúteos y caderas mientras los hombres, por lo general, en la zona del abdomen.
  • Hábitos alimentarios: Comer por encima de nuestros requerimientos y una mala calidad de la dieta (exceso de azúcares, grasas, alimentos procesados y ultraprocesados) aumentan el riesgo.
  • Actividad física: La actividad física previene y mejora el control de enfermedades como hipertensión arterial o la diabetes. La inactividad se ha relacionado con un aumento de las tasas de obesidad.
  • Ambiente, entorno: Es importante conocer el concepto “ambiente obesogénico” entendido como un conjunto de influencias del entorno o condiciones de vida que fomentan la obesidad en individuos o poblaciones. Como sería: el aumento de oferta de comida rápida, ultraprocesados y bebidas azucaradas, sedentarismo, espacios que no dispongan de sitios que faciliten la práctica de actividad física, turnos laborales de noches que provocan alteraciones en el sueño, estrés, etc.
  • No dormir suficiente: Diversas investigaciones han demostrado la correlación entre dormir mal y no dormir las suficientes horas,, o no tener un sueño de calidad con un IMC alto, afectando a las señales fisiológicas de saciedad.
  • Factores psicológicos, familiares y sociales que pueden conducir a alteraciones en la conducta alimentaria o a un trastorno de la conducta alimentaria del tipo trastorno por atracón.
  • Otros: Estrés, factores biológicos u otras enfermedades. Algunos medicamentos como antidepresivos, anticonceptivos o glucocorticoides también pueden afectar a las señales de hambre/saciedad.

 No somos iguales: predisposición genética en la obesidad.

Como se menciona con anterioridad, son muchos los factores que inciden en el aumento de la obesidad y sus comorbilidades. Es fundamental por tanto individualizar o comprender las características particulares que presenta cada persona para de esta forma, poder establecer el mejor tratamiento adaptado.

En base a nuestra predisposición y genética, nuestra respuesta a un entorno obesogénico difiere de unas personas a otras. Algunas presentan mayor riesgo de exceso de acumulación de grasa y este punto debe tenerse en cuenta a la hora de establecer unos objetivos o con el trascurso de un cambio en el estilo de vida.

Cada vez son más las consultas por motivo de bajada de peso. El profesional debe ser conocedor de las particularidades de cada paciente e individualizar en cada caso. Está demostrado que en pacientes con predisposición y antecedentes familiares de obesidad que siguen continuamente dieta y modifican su estilo de vida, muchas veces por mucho que lo intentan, no alcanzan el peso deseado. Esto se explica por el condicionante genético y es importante que el nutricionista, dietista o médico e incluso psicólogo que acompañe al paciente en el tratamiento de su obesidad, aminore la frustración del mismo haciéndole conocedor de este factor.

 El condicionante genético

El diseño del organismo humano es resultado de millones de años de evolución biológica. Los cambios nos permitieron adaptarnos a las modificaciones del medio al que se enfrentaron nuestros antecesores en cada etapa de nuestra evolución.

El diseño del organismo humano es resultado de millones de años de evolución biológica.

Las alteraciones genéticas que conducen al desarrollo de fenotipos obesos tienden a sobreexpresarse mediante su interacción con factores del medio ambiente. En otras palabras, ciertos factores genéticos de esta enfermedad no siempre van a expresarse a no ser que existan factores ambientales que favorecen su expresión como unos hábitos alimentarios inadecuados. Los esfuerzos actuales en la lucha contra la obesidad se dirigen a conseguir cambios en el estilo de vida duraderos que mejoren la calidad de vida y salud del individuo. En la mayoría de los casos será necesaria la intervención de un equipo multi/interdisciplinar en el que intervengan al menos nutricionista/dietista, médico y psicólogo.

  • PAULA GARCÍA GONZALEZ. Dietista-Nutricionista
  • CRISTINA GARCÍA TÉBAR. Dietista de Nutriemoción.

 

 

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