La rumiación es una de las grandes desconocidas dentro del mundo de los trastornos de la alimentación y nutrición. Más allá de la anorexia y la bulimia, el resto de trastornos alimentarios son poco comentados, pero existen; por este motivo, nuestra nutricionista y nuestra psicóloga os informan, en esta serie de artículos dedicados a trastornos alimentarios, sobre todos ellos.
Síntomas de la rumiación
El trastorno consiste en un patrón de regurgitación de la comida una vez tragada, para ser masticada de nuevo y volver a tragarla. La regurgitación no está asociada a malestar, ganas de vomitar o arcadas; al contrario, a las personas les suele resultar gratificante esta rumiación; aunque también hay porcentaje de personas que pueden estar de mal humor durante ella. En este trastorno alimentario las personas no pierden las ganas de comer, de hecho suelen comer con gran apetito, incluso a veces con gran voracidad. Es importante el diagnóstico diferencial porque, en trastornos alimentarios como la anorexia o la bulimia, en ocasiones se dan conductas de rumiación, pero son trastornos separados.
Quién tiene más tendencia a padecer este trastorno alimentario
La rumiación es un trastorno mucho más frecuente en la infancia que en la edad adulta, aunque también puede producirse en la adultez. La edad más frecuente de aparición es entre los tres meses de edad y el año, aunque en esta franja suele desaparecer de modo natural. Cuando son adultos los que la padecen, el trastorno alimentario es más frecuente en hombres que en mujeres. Suele ser un trastorno más resistente al tratamiento cuando lo padecen adultos con retraso mental.
Diagnóstico de la rumiación
El trastorno alimentario resulta conveniente que sea diagnosticado por un equipo multidisciplinar que cuente con un dietista nutricionista y un psicólogo experto en trastornos de la conducta alimentaria. En el caso de la rumiación infantil, la presencia de un psicólogo infantil resulta fundamental. Hay que señalar que, en muchos casos, la rumiación aparece como mecanismo de afrontamiento de niños que sufren abandono físico y/o emocional por parte de las personas que les atienden. Un niño deprivado, en un ambiente carente de estímulos, o con estímulos amenazantes, puede recurrir a la rumiación como modo de estimularse y también de calmarse y afrontar el estrés. Por supuesto que habría que atender no sólo la rumiación sino también los factores ambientales que la están provocando y manteniendo.
Criterios diagnósticos de la rumiación
- Para poder ser diagnosticado, el niño o el adulto debe de haber comido con normalidad anteriormente.
- Debe presentarse durante, al menos, un mes, y no de forma esporádica.
Efectos secundarios de la rumiación
En ocasiones, el trastorno alimentario se produce de forma tan repentina y aguda que provoca que el niño o el adulto pierdan peso con mucha rapidez, situándose en situación de peligro, y llegando a darse que tengan déficits nutricionales. La regurgitación y presencia del alimento de modo continuo en la cavidad bucal erosiona el esmalte de los dientes, inflama las encías y provoca halitosis.
Tratamiento de la rumiación
Como hemos comentado antes, la rumiación tiende a darse en familias o instituciones en las que existe desatención emocional del menor o medidas de educación muy punitivas y estresantes para el niño. Por esto motivo, el tratamiento debe ser tanto psicológico como nutricional y conductual.
Tratamiento familiar o institucional de la rumiación
Un componente fundamental del tratamiento de este trastorno alimentario es realizar un abordaje preliminar con los cuidadores del niño que, en ocasiones, no poseen las herramientas educativas adecuadas o tienen problemas emocionales con la crianza y el cuidado del menor que arrastran de sus propias infancias. Por lo tanto, hay que corregir estos problemas que generan el trastorno; de otro modo, el trastorno alimentario no va a remitir, además de que la educación y bienestar emocional del niño quedarán seriamente comprometidos.
Tratamiento conductual y nutricional
Toda vez que la situación anterior se ha revertido, puede pasarse al tratamiento del trastorno alimentario, que muchas veces no remite aunque la relación con los cuidadores haya mejorado porque se han establecido automatismos relacionados con la rumiación que se perpetúan a sí mismos. Para corregirlos, el psicólogos infantil, el psicólogo especialista en trastornos alimentarios y el dietista nutricionista elaborarán un tratamiento personalizado con métodos conductuales y nutricionales que suelen funcionar favorablemente.